Wednesday, 4 July 2007

La verdad que no se rinde

Cuando uno viaja por este increíble país queda anonadado por sus bellezas y por sus problemas. Pareciera que estamos peleados definitivamente con la palabra racionalidad. "Todo se vende, nada se conserva", podría ser nuestro lema. Pero hay algo diferente: los pueblos no se rinden. De Esquel a Chilecito, por ejemplo, se pelea firme contra las mineras envenenadoras de aguas y tierras. Los responsables sonríen como si todo fuese un chiste. Pero la gente está en las calles. No se queda mirando el caño. Leleque es un lema. Llego a Esquel y me regalan fotocopia completa de mi periódico La Chispa, que edité hace medio siglo. (Al que le puse sin problemas el subtítulo de "Primer periódico independiente de la Patagonia", nada menos. Así me fue: me echó la Gendarmería Nacional –que para eso está– por "razones de seguridad". Le pregunté al oficial actuante: "¿La seguridad de quién?" "La seguridad de la Nación", me respondió.) Pero la Historia triunfa: esa colección de La Chispa con tales denuncias juveniles está hoy en la biblioteca de Esquel y la joven generación esquelense la lee. Nada es superfluo ni en vano. Bien, leo la tapa de La Chispa del 24 de enero de 1959 y el título de tapa es "Leleque no pagar". Como si lo hubiese escrito hoy. Relato ahí una asamblea de los estancieros patagónicos. Digo que en esa asamblea se puso en descubierto una vez más "la falta de respeto por la ley en que se actuó contra los intereses de los trabajadores argentinos". "Entre los 'sacrificados ganaderos' –prosigo– se discutía el pago del aumento a los peones del campo. No había acuerdo, cuando de pronto una figura larga y flaca como un fideo en salsa inglesa emergió para pronunciar estas definitivas tres palabras: 'Leleque no pagar'."
Ha pasado medio siglo de ese artículo y de mi expulsión por gendarmes argentinos del territorio chubutense. Pero Leleque sigue igual. "Leleque no pagar." Sí, ya cambió de dueño esa tierra de un millón de hectáreas. No están más los ingleses, pero ahora está Benetton, de la italiana Treviso, que se compra todo. Ha desalojado a los mapuches Curiñanco y Nahuelquir, habitantes desde hace 14 mil años de estas tierras que conquistó Roca a balazo limpio de los Remington norteamericanos. Todo un símbolo. Pero los Curiñanco y los Nahuelquir no se rinden. Han vuelto allí, a Leleque, de donde fueron sacados a garrotazos y puntapiés por orden de la Justicia benettoniana, perdón, argentina. Esos solícitos gendarmes, además de los garrotazos, destruyeron todos los sembrados de los Nahuelquir y los Curiñanco. Doña Rosa Nahuelquir me muestra con sumo dolor: de los centenares de plantitas de frutillas sembradas por ella sólo dejaron cuatro plantitas. Y me las muestra. Cuatro plantitas que sobrevivieron al arado uniformado del poder. Allí están, frescas, erguidas como muestras de la vida que no se entrega. De la verdad que no se rinde.
Articulo del diario Pagina 12 Por Osvaldo Bayer

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